CÓRDOBA, El Obispo de Córdoba (España), Mons. Demetrio Fernández, alentó a los fieles a realizar una buena confesión como preparación para la próxima Pascua y afirmó que el milagro de Jesús de resucitar a su amigo Lázaro muestra el amor de Cristo por los hombres, y que Él “es la Vida” que recibimos por medio de los sacramentos.
En su última carta pastoral semanal, el Obispo aborda el Evangelio del cuarto domingo de Cuaresma que habla de la Resurrección de Lázaro.
A Jesús “se le ve conmovido hasta las lágrimas cuando llega al sepulcro y constata que (Lázaro) está cadáver y ya huele mal, porque llevaba muerto cuatro días”, explica en su texto.
“A nosotros muchas veces nos brotan espontáneas las lágrimas de la emoción o la pena, y nos parece una debilidad humana impropia de personas fuertes”, apunta, y precisa que las lágrimas de Jesús por Lázaro “nos lo hace muy cercano, porque al hacerse hombre ha asumido todas nuestras debilidades sin pecado, también las lágrimas por un amigo que ha muerto. Y nos consuela ver a Jesús llorar por un amigo, verle conmovido”.
En este pasaje, Jesús resucita a su amigo “devolviéndole la vida terrena, como un signo de la vida eterna que ha venido a traernos a todos”.
“Jesús es la Vida, tiene la vida que el Padre le ha comunicado y tiene la capacidad de darla a quien la haya perdido. Sobre todo, tiene la capacidad de darnos su propia vida, la vida sobrenatural del Espíritu Santo en nuestras almas, por medio de los sacramentos que nos vivifican y por medio de su Palabra, que da vida”, asegura.
En ese sentido, el Prelado muestra que en el Bautismo “nacemos a la vida de Dios en nosotros”, la Eucaristía “alimenta en nosotros esa vida de Dios” y la penitencia “vigoriza nuestra alma mortecina por el pecado, y si hemos perdido la gracia de Dios, nos la devuelve acrecentada”.
Por eso, como preparación para la Pascua, Mons. Fernández animó a “una buena confesión, bien preparada por un buen examen de conciencia, que nos acerque avergonzados y arrepentidos al sacramento del perdón” para que vayamos “pasando de la muerte a la vida, al hacernos Jesús partícipes de su misma vida”.
También pidió “reavivar en nosotros el bautismo que nos ha dado la vida de Dios” y preparar el corazón para recibir el gran don del Espíritu Santo mediante la oración, el
ayuno y la limosna, para recibir “una vida que no acabará nunca y que llegará a su plenitud más allá de la muerte”.
Porque solo Jesús tiene palabras de vida eterna, por lo que es el único que “podrá restaurar nuestro corazón en tantas heridas que nos hacen sufrir”, y “curar nuestro egoísmo, que destruye nuestra persona”.
“Sólo Él tiene vida para dar y repartir sin medida. Jesús no sólo nos propone un camino, un método, unas pautas de comportamiento. Jesús nos da su misma vida y es capaz de dárnosla incluso si tiene que resucitarnos, como ha hecho con su amigo Lázaro”, aseguró.