Pronto concluirá el mes del Rosario, en el que muchos católicos redescubren esta oración predilecta de la Virgen María, fortalecen su vida espiritual y cuentan con gracias especiales.
Por ello y para seguir perfeccionado el hábito de esta oración, contemplando a Jesús a través de la Virgen María, presentamos 7 consejos prácticos para profundizar en el rezo del Rosario, tomados del libro “El Rosario: Teología de rodillas”, del sacerdote, escritor y funcionario de la Secretaría de Estado del Vaticano, Mons. Florian Kolfhaus:
1. Dedicarle el tiempo que se merece
Nuestros calendarios están llenos de citas. Sin embargo, es bueno reservar entre 20 a 30 minutos al día para el rezo del Santo Rosario. Este encuentro con Jesús y María es verdaderamente más importante que las demás actividades agendadas.
Este tiempo de oración se reserva finalmente para uno mismo porque es un tiempo en el que debemos dedicarnos solo a amar. Es posible reservar dos o tres días de la semana para el rezo del Rosario, y de esta forma se hará cada vez más fácil hacer esta oración, hasta finalmente practicarla todos los días.
2. Saber que rezas para alguien más
Una buena oración se basa en orientar completamente la voluntad en complacer a nuestro querido amigo, Cristo, y no a uno mismo.
3. Hacer pausas para concentrarnos
San Ignacio de Loyola recomienda la llamada “tercera forma de rezar” para adaptar las palabras al ritmo de la propia respiración.
A menudo es suficiente interrumpir un misterio del Rosario para volver a ser conscientes de que Jesús y María nos miran llenos de alegría y amor. Para esto puede ser útil respirar dos o tres veces, antes de volver a retomar la oración.
4. Dirigir nuestros pensamientos a los misterios
Se puede y se debe “desviar” los pensamientos para encontrar el misterio que debemos visualizar en nuestra mente antes de cada decena del rosario.
Es poco probable que la repetición sea útil si no es encaminada varias veces hacia lo esencial, que es la vida de Jesús y María.
5. Hacer de la oración un momento para compartir con Cristo
Uno de los primeros y más importantes pasos hacia la oración interior es no solo dedicarnos a pensar y meditar, sino mirar a quien va dirigida nuestra plegaria.
Saber que, a quien nos dirigimos, nos ama infinitamente despertará en nosotros diversos y espontáneos sentimientos, al igual que cuando disfrutamos y nos alegramos con la persona que nos importa sobremanera.
6. Cerrar los ojos o simplemente fijarlos en un solo lugar
Algunas personas cierran los ojos con el fin de concentrarse y rezar mejor. Eso puede ser una ayuda, pero a menudo es suficiente fijar la vista en un solo lugar y evitar mirar alrededor. En cualquier caso, es importante que los ojos del corazón estén siempre abiertos.
El Rosario es como una visita al cine. Se trata de ver imágenes. Algunas preguntas básicas pueden ser de utilidad: ¿Qué, quién, cómo, cuándo, dónde? Cómo veo el nacimiento de Jesús, su crucifixión, su ascensión.
A veces puedo –como si tuviera una cámara– acercar elementos o detalles y buscar un primer plano: la mano de Cristo traspasada por los clavos, las lágrimas en los ojos del apóstol Juan mientras el Señor asciende al cielo, etc.
7. Que la intención de rezar siempre sea el amor
Las palabras acompañan, nuestra mente se dispone, pero es nuestro corazón el que debe dominar la oración.
Todos los grandes escritores espirituales concuerdan en que la oración interior afecta principalmente nuestros sentimientos y emociones.
Santa Teresa de Ávila lo explica de manera simple: “¡No piense mucho, ame mucho!”. En una ocasión, una anciana me contó que no podía pensar en rezar el Rosario todos los días, pero lo único que le alcanzaba era decir interiormente: ‘¡Jesús, María, los amo!’. Felicito a la mujer. A tal resultado es donde el rezo del Rosario debe llevar.